20.8.08

Flaguer Paguer

Mis compañeros de trabajo dicen "flagüers" cuando quieren decir "floggers" y también se refieren a mi persona bajo el término "nemo" cuando quieren decir "emo" aludiendo con esta errónea definición a mi aro, a que mi nuevo piercing es "muy de nemo". Y a Damián le ESPETAN que ese baile que hace es muy de "flagüer" 

y esto, queridos, es lo que llamamos "excelente ambiente laboral" en una marca textil de primera línea.

Yo me río igual (de ellos, naturalmente) pues soy muy mala. Ahora enderezate y besa mi nuevo piercing nemo.

6.8.08

Bailando en Bailarlanva

Hola, mi faringitis brutal y yo hemos vuelto, queridísimos. ¡Oh! Aguarden. Debo escupir un cuarto de mi faringe.


…Ya. [Marcha fúnebre] (?)
Resulta que se acaba de ir el tercer médico de este mes. Te digo la verdad, a mi, que un doctor entre a mi casa con el ceño fruncido y ese aura de superioridad tan característica como despreciable de la profesión, me llena de seguridad y hace que empiece a sentirme sana sin que el tipo haya dicho siquiera “buenas tardes”.

Sin embargo, con el primer médico que me vio en el mes, no me pasó. Tal vez porque yo fui a él y no al revés; tal vez porque el sujeto en cuestión carecía de aquella luminosa aura que te cuento o, quizás, porque este ser siniestro era simplemente un pelotudo ineficaz; un mutante necio inescrupuloso que se dedicó a ponerle cara de latin lover a la enfermera mientras su paciente (yo, en este lamentable caso) se esforzaba vanamente en poner en acción sus dotes de ventrilocuismo al hacer chistes re-graciosos-mal-ah-re mientras, abrazada al tacho de basura químico (?) de la enfermería, vomitaba su esófago y la cena de la navidad de 1996, amén de esas simpáticas sustancias líquidas cuyos nombres técnicos desconozco pero a las que tranquilamente podríamos llegar a catalogar como “repugnancias”.

Y no conforme con ignorar no sólo de manera impune, sino hasta con una perversa naturalidad mi usualmente ovacionado (?) sentido del humor, el médico en cuestión me miraba de esta manera:



cuando yo, recostada en la camilla, le comentaba la taquicardia en aumento que sentía y mi clara certeza de que moriría en unos instantes. Pero él, haciendo oídos sordos a mi presagio fatalista, sólo se limitó a decir de manera angustiosamente cálida “Tranquila, no pasa nada. Si hasta dejaste de tener la cara violácea y todo. A ver…” Acto seguido buscó, con una lentitud bastante cínica, el tensiómetro. Y justo justo ¡justo! cuando estaba empezando a tomarme la presión, aparté al médico de un golpe algo violento y busqué el tacho de basura nuevamente. Ah, sí. Aún tenía un esqueleto que vomitar (?).

Naturalmente, cuando terminé lo mio hice otro chiste cuyo remate consistía en señalar el balde y arquear una ceja (?) pero no llegué a hacerlo pues el médico no sonrió, ni por incomodidad siquiera, en ningún momento. Asi que mientras él me decía que la presión estaba bien y que todo era culpa de una intoxicación, la enfermera me aplicaba una inyección “para cortar el vómito”. Y hasta que esa cosa no empezara a hacer efecto yo tenía que quedarme ahí. Y si iba a quedarme ahí, tenía que conversar con el médico (según él, al menos) y yo, que sólo quería dormir mínimamente 72 horas, tuve que soportar una suerte de discurso “el arte te desnutre, la raza inteligente estudia medicina, abogacía o técnico en electrónica” dictado por este mimo frustrado.

En definitiva, a la media hora salí corriendo y me fui a mi casa a dormir. Esa noche soñé que me despertaba siendo zombie y que iba de manera inmediata a ingerir de forma bestial el cerebro del portero de mi edificio. Luego me levanté, y ya mejor, me hice un té.

Una semana después en medio de una situación bastante patética en la que me encontraba en un lugar ahí afuera un día de semana a las tres o cuatro de la mañana esperando andá a saber a quien o qué, al parecer tomé bastante frío (no me abrigo mucho en invierno, no uso paraguas y no me despego de mi mochila, escucho cumbia tengo 22 años y le mando un saludo a todos los que te conocen), ya que al día siguiente me desperté con un leve dolorcito de garganta. Y como la mayoría de las abuelas de este mundo saben, todo problema físico que empiece en diminutivo terminará siendo una tormenta brutal de medicamentos que usted preferiría no ingerir.

…O tal vez no sea tan grave. Pero los diminutivos nunca insisto NUNCA avecinan nada bueno. Y lo mio fue un dolorcito muy leve; casi imperceptible, un malestar inclusive.
…Que al día siguiente se agudizó. Y al otro. Y para el cuarto día ya tenía 37 y dos rayitas, ergo: los primeros síntomas de una gripe imperial (?).

Bah, no fue para tanto. Pero acá entra en escena el segundo doctor del mes, que me diagnosticó faringitis y un remedio cuyo nombre no recuerdo (no así su tamaño: las pastillas más imponentes que había visto jamás). Pero se ve que la efectividad de las cosas esas eran inversamente proporcional a su tamaño puesto que no me hicieron un carajo y acá entraría el tercer doctor, que vino hoy y me dijo textualmente que “esas pastillas no sirven para un carajo” y me dio otras, por lo que en este momento y después de haber mezclado tanta pastilla me siento en una nube de sensaciones bastante apetecible (?)

En fin, tengo una larga lista de películas que vi en estos días pero como no tengo tiempo de resumirlas a todas porque justamente tengo otra película que ver titulada “parada mortal” que seguramente será una mierda, sólo les digo que Frontiere(s), dirigida por Xavier Gens, es una de las que más me gustó de esta última tanda de terror que miré. Sangrienta, desagradable, tensionante y con historia. ¿Qué mas queré? ¿La tapa, la tapa queré?



¿Querías cumbia? TOMÁ.