Hoy presentamos:
*Crónicas en Crónica. Nacidos en junio. Usted está aquí.
*Shot o Sopa Light. Zombies. ¿Culpa?
Crónicas en Crónica
EA conseguí mi entrada y fui feliz y resulta que salí del trabajo, llegué a mi casa, me cambié, me tomé un ferneto y salí para allá. Subí al colectivo con dos horas de anticipación a la hora en que realmente debería haberlo tomado. ¿Estoy demente? Tal vez. ¿Sabés que pasa? Yo soy una persona a la que, si tiene que llegar a las diez de la noche a algún lugar cuyo viaje no exige más de media hora, le pueden pasar dos cosas:
-Salir a las cinco de la tarde y que dos cuadras después de haber subido al colectivo el chofer tenga que parar abruptamente cuando se encuentre con Ricky Martin haciendo un recital para ayudar a los niños enfermos de África a los que casualmente les dio meningitis justo cuando él empezó la promoción de su nuevo disco; el mismo que decidió presentar por sorpresa en el medio de la ruta luego de que Macri le diera su aprobación al evento porque “apoyamos la idea de difundir la cultura internacional en nuestro país, tengamos o no que cortar la General Paz por esta causa”. En consecuencia no sólo llego tarde sino que no llego en absoluto pues muero luego de que un grupo de fans del latin lover autodenominado “Las menudas te amarán” me destripen con los palos de sus banderas por haberme referido a su ídolo como “inoportuno hijo de re mil putas”.
-Salir a las nueve, y que pase lo mismo.
Pero nada de esto sucedió ni a los dos cuadras, ni a las veinte, ni a las cuarenta
…ni tampoco dos paradas después de aquella en la que debería haberme bajado.
Menudo rollo ese de no sacar la vista de la ventana ni siquiera para posarla en el cartel de las calles ¿eh? ¡pero áh, ch ch! recuerden que tenía bastante tiempo a mi favor asi que caminé esas cuadritas de más tan tranquila y, al llegar, me encontré únicamente con tres o cuatro personas que habían llegado aún antes que yo y que me informaron que efectivamente esa era la fila para Massacre Palestina mi amor te doy un besito tomá. Asi que me planté contra la pared a mirar a la gente que pasaba caminando, y a la gente que pasaba en los colectivos, y a la gente de la fila, y a la gente del canal, y a un pobre chico que tenía la moto estacionada en la vereda y que no me acuerdo por qué razón tuvo que hacer varias maniobras para bajarla a la calle (captó la atención de la fila cuando empezó a blasfemar en volumen alto) así que todos lo mirábamos a la espera de que lo lograra, hecho que evidentemente lo puso bastante nervioso puesto que en determinado momento y después de varios intentos fallidos, agarró el volante y lo agitó desesperado al grito de “dale la concha de tu madre”, orden divina que generó una respuesta automática del móvil, que sorprendentemente se dejó deslizar hasta el cordón, arrancando en cuestión de segundos. (Play a la apertura de Baywatch y zoom out al motoquero yéndose, triunfante).
Así pasó el lindo momento de la espera, hasta que finalmente empezamos a entrar y a la hora de llegar al estudio lo hice con unas palpitaciones enormes que, supongo, no fueron causadas (en su totalidad, al menos) por la ansiedad pre recital, sino por el esfuerzo físico que requirió subir dos pisos por escalera para llegar ahí. Quiero decir los escalones eran realmente enormes, y el arquitecto que las diseñó un cínico perverso con delirios de proxeneta austríaco. Asi que cuando entramos me encontré con un escenario que estaba ahí, ahí nomás. Y con una valla que lo rodeaba que también estaba ahí, ahí nomás. Y con una suerte de gradas a las que la gente, para mi sorpresa, fue directamente a sentarse, aún habiendo un espacio considerable entre la valla y los escalones como para ver el recital un poco más de cerca. ¿Qué hice entonces? Poner cara de confusión e ir a sentarme, por supuesto. Pero se ve que el chico que se sentó al lado mío percibió mi desconcierto porque enseguida después de acomodarse me miró y dijo “che, ¿qué pasa? ¿…no se puede ir a las vallas?” (!) a lo que contesté que no sabía, que no había nadie a quien preguntarle asi que se levantó, me hizo señas para que lo acompañara y nos fuimos para el escenario “total si no se puede estar acá nos van a venir a sacar” dijo. Y nos quedamos ahí, en frente del micrófono, y de repente la gente se empezó a levantar hasta que ese espacio se llenó y unos quince minutos después ya aparecían los Massacre abriendo con La octava maravilla, Wallas desfilando con sus calzas de leopardo y los de seguridad haciendo su mayor esfuerzo porque la valla no se fuera al turbulento carajo.
Parte I: No me toqués el aro no me toqués.
Yo estaba confiada en que la gente no iba a DESCONTROLAR en un espacio tan chiquito así que me quedé ahí, aferrada a la valla y en el medio del escenario, lugar próximo a aquel en que en los grandes, medios o pequeños estadios, canchas o antros de culto es conocido como “el ojo del huracán” “el purgatorio” “la boca de luzbel” o también “la zona liberada para el pogo inminente”. Pero esta no era la cancha de River. No, claro que no. Tampoco era Vélez. Ni ferro. Ni obras. Ni siquiera el Teatrito o un bar. ¡Esto era un estudio de la prestigiosa Crónica tv, fanáticos desequilibrados! ¡había madres y niños!... o tal vez no. Pero estaba yo, y esa es razón suficiente para quedarse tranquilito y dedicarse a contemplar mi belleza en silencio mientras Wallas me dedica “N, La Super Vedette” ¿captás? (?) Así que ahí se encontraba quien les habla, ingenua, coreando la octava tan feliz, cuando de repente el chico del que les conté me da una suerte de abrazo al grito de “guarda GUARDA ¡¡GUARDA!!” y yo, que no entendía nada, miré hacia mi izquierda y por encima del brazo de este ser divino pude observar el desplazamiento de una pierna ENORME que le dio en el brazo a él y que siguió de largo hasta estar así de cerca de la cara del de seguridad, que sostenía la valla en frente nuestro y que al ver la zapatilla a milímetros de su nariz, soltóse, agarró la pierna anónima y empezó a tironear hacia delante con los ojos inyectados en sangre, la vena de su yugular tomando dimensiones desorbitadas y la mentecata intención de arrastrar al flaco hacia él, molerlo a golpes y escupirle las zapatillas; sin pensar en ningún momento en que si la división se caía nos hacíamos mierda todos, en que el descontrol era una probabilidad y en consecuencia EL BARDO ni daba y principalmente sin pensar en que en el medio del tironeo hay una minita que casualmente SOY YO y que sólo quiere ver a Massacre EN PAZ por lo que, en el medio de todo esto que te cuento, miré hacia atrás y vi que si el de seguridad no lograba llevarlo del todo hacia delante era porque sus amigos lo estaban tironeando hacia el otro lado, logrando un retrato vivo de las más aberrantes torturas medievales (desgarro y consecuente desmembramiento de la víctima por medio del estiramiento de sus extremidades) asi que agarré la zapatilla del flaco, las manos del de seguridad y al último le dije que aflojara y lo soltara, que ya era todo muy lisérgico y medieval y se ve que el tipo o se conmovió o se cansó pero al final lo largó y volvió a lo suyo, todavía irritado y a las puteadas. Y yo fui feliz de nuevo.
…hasta que volvieron a hacer mosh otra vez y otra y otra y entonces me comí el roce de un codazo justo en el piercing nuevo, hecho que me partió de dolor porque el aro todavía no había cicatrizado y por ende el más mínimo contacto con un agente externo duele mucho, asi que solté la valla, yo, ¡a mi! a mi que ni siquiera ese gordo violento del pogo de Nativo logró correrme hacia ningún lado ¡yo! ¡yo que en pleno River lo tuve a Frusciante a un metro, mirandome a los ojos (?) mientras se hacía un punteo inolvidable, ¡YOOOOO! derrotada en un estudio de Crónica tv, yéndome para un costado al tiempo en que me tapaba la oreja y recitaba un triste “aia, ai, aia”.
PARTE II: Whisky.
La segunda parte fue simplemente genial. Por más de que el loquito extremo que no soltaba su cámara de fotos y que apuntaba todo el tiempo insisto TODO EL TIEMPO al escenario y sacaba sacaba sacaba fotos impunemente alzando el aparato en la medida justa como para cagarle bien la vista a los de atrás, por más de la presencia de ese freak desdichado y atroz, fui feliz. (Especialmente cuando el chico que estaba atrás suyo, ergo, al lado mío, lo encaró y le dijo algo así como “flaco ¿podes dejar de romper los huevos con esa cámara, o no te das cuenta de que no nos dejas ver a los que vinimos por la banda?” a lo que el freak contestó con un siniestro guiño de ojos, y se corrió un toque para allá así que pudimos seguir coexistiendo en paz, si bien a lo lejos todavía lo distinguíamos buscando a Wallas, sin parpadear, enfocando con una concentración digna de ajedrecista al que le acaban de cantar jaque y, si no me equivoco, hasta babeándose.
Finalmente el recital terminó y yo volví a mi casa, feliz. Aunque esta vez no me pasé de parada sino que me bajé una antes ¿no soy divina?
Vienen Zombies
Cambiando de tema, una de las semanas del mes pasado estuve bastante enferma y sin ir al claustro asi que tuve tiempo para aprovechar la compu nueva (la vieja yace en el museo social argentino esperando a ser exhibida como el objeto principal de la muestra “documentos nacionales de relevancia histórica en carácter tecnológico” cuya leyenda del detalle, según me comentaron, dirá algo así como “primera computadora en colgarse, aún estando apagada” y, como se imaginarán (?) una de las cosas que hice fue bajar películas indiscriminadamente e ingerir alimentos dulces en igual medida mientras me inmolaba al ver que aún después de abrir el Bloc de Notas, la computadora no sólo seguía funcionando sino que hasta cumplía mi petición (cierra este párrafo el ex Clark Kent, de civil, agitando un cartel de promoción de “Believe it or not!”) (A propósito, Pornography es menos depresivo que mirar ese programa un domingo a las dos de la tarde mientras se te cae un fideo frío en las piernas por masticar con la boca abierta).
Rec fue una de las primeras que vi. No había escuchado hablar de esta película y si me enteré que era de zombies fue porque lo decía el detalle del archivo, asi que dispuesta a encontrarme con el recital de “zombi”, una banda de cinco japoneses tocando midi pop en el sótano de una casa, delinquí. Y un rato después y después de haber visto los primeros minutos, decidí que podía resultar bastante interesante así que corrí a bajar la persiana, hacerme un té, correr el monitor hacia la cama, apagar las luces y dar PLEI.
Y fijate CHEVÓ que al final me terminó encantando. Claro que suelo tener cierta simpatía por las películas de zombies aunque más no sean una mierda enorme, porque el solo hecho de que se haga algo sobre los no personos me conmueve (?) pero Rec me gustó mucho, amén del cariño que estos seres desagradables del inframundo me puedan generar. Es española, está filmada con cámara en mano y se trata de un equipo de tv (periodista y camarógrafo) que van a cubrir durante toda una noche el trabajo de los bomberos de no me acuerdo qué barrio, asi que están ahí y de repente suena la alarma y tienen que ir a un lugar (!). Y no extiendo esta jugosa sinopsis porque siempre es más lindo no saber qué va a pasar. Y no extiendo este texto porque me aburrí. Chau.